Mil y un razones porque sonreír

He podido rescatar el encanto de los pequeños momentos, muchos ratos agradables que construyen nuestro pasar y que suelen diluirse en nuestro devenir apresurado o en las dificultades cotidianas, sin que podamos saborear su gracia y sin entender que son los que perduran en el recuerdo.

Suele ocurrirnos que los problemas diarios nos abruman más de lo que debieran y aun cuando es razonable que nos afecten, ¿por qué esperar grandes dolores para cuestionarnos profundamente el sentido de la existencia y dejar pasar nuestra posibilidad de ser felices?

Muchas veces nos quedamos con un "te quiero" sin decir, enredados en esa maraña de problemas imaginarios, de orgullo inútil o de prepotencia majadera, perdiendo la perspectiva de quienes somos en realidad y la grandeza del horizonte que Dios puso frente a nuestros ojos.

A mí, que estoy entre los afortunados que no han sufrido el inimaginable dolor de perder un hijo, estos testimonios - los que salen en el libro - me han dejado un amor a la vida más arraigado, una mayor conciencia de la responsabilidad de construir mejores afectos y la certeza de que la vida es a pesar de todo muy bella y que los dolores tienen una divina razón de ser.

María Cristina Guzmán/ (extracto del libro "Un hijo no puede morir")


"Cuando la vida te presente mil razones para llorar,
demuéstrale que tienes mil y un razones por las cuales sonreír"

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, entiendo la dirección del escrito y quizás su intención.

Hay veces en que nos sentimos tremendamente solos, y qué hacer frente a tal askeroso sentir? Recurrir a otra persona? A veces uno cree que molesta, por eso prefiere callar, antes que decir, me siento mal. Eso puede hacernos tremendamente infelices, aunque sea por una semana. Es odioso tener que pasar nuestro ser a la soledad.

Entonces qué se puede hacer. . .